En la foto, de izquierda a derecha: Pilar, Nata y yo.

Todo esto me lo contó mi madre algunos años después, yo era muy pequeña, y solo recuerdo algunas cosas que me pudieron impactar y las retuve en la memoria.
Éramos un trío graciosísimo, perfectamente uniformadas, nuestro abrigo era una Capa, el uniforme creo que era marrón, como la capa, llevábamos botas, la carterita del cole y dentro una pizarrita, un pizarrín y el CATÓN, el primer librito que había entonces para aprender a leer.
Dicen que los niños no tienen memoria hasta los 5 ó 6 años, pero yo recuerdo algunas cosas de ese Colegio, un gran patio donde jugábamos, una clase llena de muñecos, unas pizarras grandes en la pared, lápices de colores que podíamos usar cuando estábamos allí, unos cuadernos donde garabateábamos letras números y dibujos; cualquier garabato, nos parecía una obra de arte, ¡claro!... Y sobre todo recuerdo con verdadero cariño a la madre Loreto, la monjita de mi clase que me quería mucho porque le caí en “gracia”.
La madre Loreto era cariñosísima y tenía una santa paciencia maternal. Para mí era otra mamá. Por lo visto (según me han contado) yo era muy graciosa y ocurrente. La monjita me enseñó el CATÓN y yo muy atenta iba repitiendo palabra por palabra lo que ella con su santa paciencia me iba enseñando. Me fijaba en las palabras que ella me iba señalando con su dedo e iba leyendo y las repetía sin equivocarme, prestando muchísima atención. De esa manera me aprendí de memoria el CATÓN, por supuesto no aprendí a leer, pero sí a distinguir por los dibujos y las formas, si eran números o letras…
La madre Loreto me dijo un día (de broma, claro) ¡Adelita, ya sabes leer! Y me puse contentísima y al llegar a casa de mis abuelos, eufórica, dije, ¡¡Ya ze leeeee!!... Y sacando el CATÓN de mi carterita, lo abrí y empecé a hacer mi demostración copiando exactamente a la monjita, y marcando con mi dedo palabra por palabra… “mi mamá me ama, mi mamá me mima, yo amo a mi mamá” Mi madre exclamó ¡Oh, mi niña, que bien lee, con lo pequeña que es! Y yo cada vez más satisfecha… Hasta que al pasar otra hoja dije, “Aquí dezía macho muchacho, pero za doto la hoja”… Todos se rieron porque se dieron cuenta de que me lo había aprendido de memoria, ¡Cómo iba a saber leer a esa edad!… pero me aplaudieron, con lo que sintiéndome protagonista, me puse muy contenta y también me reí.
Me contaba mi madre que cuando hacía alguna cosa bien siempre esperaba de todos la aprobación general, y que era muy difícil o casi imposible que me conformara con una desaprobación de ellos, si no se pasaban un buen rato demostrándome que llevaban razón… Bastante cabezota desde muy pequeña… Sin embargo, era capaz de reconocerlo cuando de verdad sabía por mi mala conciencia, que algo malo había hecho, y pedir perdón. Eso siempre, aunque me costara pasarme un buen rato enfadada y con el ceño fruncido, era una niña muy trasto, pero noblota.
Por lo visto la Superiora de todos los colegios de Las Concepcionistas, iba a hacer una visita al colegio de Sevilla, y las monjas muy revolucionadas estaban preparando una serie de actos en los que participasen niñas de todas las clases y de distintas edades. La madre Loreto decidió que yo tenía que hacer algo especial y con su bendita paciencia me preparó para que yo también tuviera mi actuación en esa fiesta.
El “numerito” era el siguiente; Mi monjita me hacía la pregunta, Adelita, ¿Quién descubrió América? Y la respuesta era, América, llamada también el Nuevo Mundo, fue descubierta por Cristóbal Colón… Y con varios ensayos, terminé aprendiéndomelo de memoria.
Un día en casa de mis abuelos mi tío Pepe me oyó contarlo, se acercó a mí y me pidió que se lo repitiera, y me dijo, no Adelita, eso está mal, lo tienes que decir de esta otra manera, que es como se debe decir… (Tío Pepe era muy guasón) y me cambió el texto por completo…
¿Quién descubrió América? “América llamada también el huevo frito, fue descubierta por la Madre Loreto Moco”….
Para mí lo que decía mi querido tío Pepe era sagrado y así lo repetí el día de las actuaciones, delante de la Madre Superiorísima, toda la comunidad, padres de alumnas, en fin de todos los que estaban allí reunidos… ante el asombro y el desconcierto de la Madre Loreto, y la carcajada general de todos los asistentes.
Mi madre, muchos años después, contándome todo esto me dijo, hija, fue tanto lo que se rieron, que hubo un momento en que pensé ¡Dios mío, se va a asustar y va a coger una perreta de las suyas…! pero luego empezaron a aplaudir y se te cambió la cara, dejaste de hacer pucheros, para ponerte a dar saltos y vueltas, como una loca y a reírte también llena de nervios.
Naturalmente de todo esto, yo no me puedo acordar. Lo sé porque me lo han contado muchísimas veces, no solamente mi madre, si no mis abuelos y mis tíos.
Bebí ser un buen elemento… por lo visto era muy cómica…
De mis tres hijos, las dos niñas son, aunque muy alegres, y de carácter delicioso, mucho más serias que su madre, más formalitas y todo eso… ¡Bueno!... Salen a su padre, que también ha tenido que ver… Sin embargo mi hijo Ricardo es graciosísimo desde chico y muy trasto. Recuerdo que me decía mi madre, es igual que tú cuando eras pequeña…
Y yo pensaba… ¡Mejor para él! Un carácter alegre y movido desde pequeños, después de adultos es lo mejor…
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