Feria de Sevilla, 1.980.
En la Feria de Sevilla mis tíos José Luis y Pilar Romero tenían una caseta en el Real de la Feria. La caseta se llamaba “El poste” y se llamaba así porque un año la parcela que les concedió el Ayuntamiento tenía un poste eléctrico justo delante de la puerta.
Hubo más de un socio que protestó, pero otros como mi tío, se lo tomaron a guasa y lo aceptaron de buenísima manera. La caseta era de las más animadas, divertidas y simpáticas de toda la Feria y por eso era famosa en toda Sevilla. Tan famosa se hizo por su nombre como por sus socios, que cuando otro año la parcela que le adjudicaron ya no tenía el poste eléctrico, los socios “sembraban” un poste de mentirijillas delante de la puerta. Era su identificación.

En la foto estoy yo con mi hijo Ricardo y mi madre a la derecha.
¡Dios mío, que tiempos… cuantas sevillanas habré bailado en esa bendita caseta!
En ese glorioso año que fueron a la feria mis hermanas Pilar y Chipu con sus maridos Luis y Juan Carlos y también mi hermano Luis, lo pasamos maravillosamente bien. Fue muy divertido.
Después de estar la mañana de un lado para otro entramos en “El Poste”. Hacía un calor de lo más importante. Llegamos sedientos y cansados a punto de reventarnos y algunos de nosotros al entrar pedimos un vaso de agua. Tío José Luis, que era muy guasón, después de darnos unos abrazos a todos, se nos queda mirando. Parecía que no nos hubiera entendido u oído porque puso una expresión interrogante y cara de extrañado incluso con los ojos muy abiertos, como escandalizado.
Se vuelve a los camareros de detrás del mostrador y con cara de asombro les dice:
- ¡Oyeee, niño!… ¡Éstos señores piden agua! ¿Tenemos agua? ¿Verdad que no tenemos?
Y los camareros tan guasones como mi tío, dejando de hacer lo que estaban haciendo, miran a mi tío, se miran entre ellos y muy sorprendidos y muy serios, dicen:
- ¿Agua? ¿Quieren agua? ¿Habéis oído bien? ¡A ver si es que yo no he oído bien!
- Pues sí -dijo otro- Nosotros hemos oído eso. ¡Dicen que quieren agua!
Y con toda la guasa del mundo, pero muy serios replicaron:
- Aquí no hay agua, el agua es para fregar. ¡Aquí se bebe vino, nada de agua, el agua es mala para la salud!
Mi cuñado Juan Carlos el marido de Chipu, un asturiano que aguanta mal el calor y es un adicto al agua, empezó a angustiarse, aún a sabiendas que estaban hablando de broma, y puso cara de cirvunstancias Salieron los camareros de detrás del mostrador, cada uno con un gran vaso de agua y al acercarse a nosotros, con las mismas caras serias, dijeron
- No, esta agua es para el tablao, para que no levante polvo con el bailoteo…
Y sin más fueron rociando la madera de la tarima, dejándonos asombradísimos a todos nosotros.
En pobre de Juan Carlos “casi” se echa a llorar, por lo que los camareros compadeciéndose le dieron un gran vaso de agua que él bebió con avidez y algunos vasos más para los demás sedientos. Al final nos la dieron, aunque a más de uno les costó pasar un mal ratito.
De entre los socios había dos amigos de mi tío, que eran un “número”. Bailaban los dos sus “Típicas sevillanas.” Las llamaban las estáticas, las diplomáticas y las corraleras y si tenías la suerte de vérselas bailar podías garantizarte el espectáculo más gracioso que hubiera en toda la Feria. Era asombroso y divertido y te reías una barbaridad. Solo recuerdo a uno de ellos, se llamaba Antonio Garmendia, muy conocido en toda España, el nombre del otro no lo puedo recordar.
Estáticas: Se ponían los dos muy serios uno en frente del otro, mirándose fijamente y bailaban al compás de la música, pero tan estáticamente que apenas se movían, sin un solo gesto en la cara, y como todos los conocíamos y sabíamos lo guasones que eran, nos daba mucha risa verlos tan serios. Pero eso sí, no perdían el compas de la música y en realidad las estaban bailando, pero muy serios de movimientos y sin ningún gesto. En los pases daban unas zancadas para pasar de una vez y como además los dos eran altísimos, el efecto era el de un salto y al cambiarse de sitio lo hacían a tal velocidad, que apenas te dabas cuenta. ¡Que gracia!
Diplomáticas: eran también muy serias, ellos bailaban con mucha diplomacia, como pidiéndose permiso en los pases y diciéndose:
- Pase, por favor.
- No, por favor usted primero.
- No por Dios, usted, pase usted.
- ¡Oh! No señor… Usted, ¡no faltaba más!
Y terminaban pasando pero tardaban un rato, con lo que la música se quedaba desvasada y pedían con mucha educación y corrección que la volvieran a poner. La sevillana, tardarían en bailarla… ¡Yo que sé cuanto rato! Mientras tanto todos nos partíamos de risa y menos mal que solo bailaban una de las 4 sevillanas…
Y las corraleras eran… pues eso, corraleras. Se ponían para empezar en jarras, con caras de mutua crítica y empezaban a decirse cosas como:
- ¡Oyeee, haber lo que haces, que ayer me distes un pisotón en el cayooo!
- ¿Yooo? ¡Anda, mira ésta! ¿Y tuuuu? ¡So cabrona, que me hiciste… que me distes un empujón que casi me matooo! ¡Digooo!.
Y luego que empezaba la sevillana, aquello ya era para estar sentada porque de la risa que te entraba, te caías al suelo. Se insultaban por lo bajito en los pases, se chocaban al dar las vueltas, se empujaban, se tiraban de los pelos, se amenazaban con el dedo, como diciendo "¡Venga, atrévete, que te tengo ganas!" Se amenazaban con darse una guantá, que más de una se les escapaba y entonces… se liaban a insultos mucho mas fuertes:
- ¡Anda, como te va a querer tu maríooo, con lo malaje que eres, mi armaaaa!
- ¡Mi maríooo!, ¡Cucha, ni se te ocurra nombrarme a mi maríooo, que me quiere mucho! ¡El tuyo no te quiere a ti! ¿Sabes, so mierda? ¡Porque me quiere a mí! ¡A mí, que te enteres, a mí y a nadie más!
- ¿A tiii? ¡Ni verte! ¡A ver si te enteras de una vez, so inútil que eso es lo que eres! Todo el día en la peluquería para estar guapa, ¿pero si por mucho que hagas eres más fea que piciooo, so cretinaaa? ¡Con esos cuatro pelos de rata que tienes!
- ¿Yo pelos de rataaa? ¿Yooo? ¡Por lo menos los tengo arregladitos! ¡Y limpitos! No como tú, ¡piojosaaa! ¡Qué sé yo muy bien, que te tiene que espurgar tu madreee, so guarraaa! ¡Lagartonaaa, eso es lo que eres tú, una lagartona de mucho cuidado!
Terminaban hasta en el suelo y había que verlos a los dos, porque como nosotros estábamos muertos de risa, ellos mismos terminaban riéndose como locos. ¡Que risa Dios mío! ¡Hay que ver qué par de dos!
Esa feria fue sonada, porque además Ricardo alquiló un coche de caballos, para toda la Feria. El cochero era graciosísimo, de Málaga. Nos recogía en la puerta de casa, nos montábamos todos como podíamos porque eran 6 plazas muy justitas y nosotras íbamos vestidas de flamenca. Ricardo que era el más grande se sentaba en el pescante con el cochero y nosotros 6 dentro del coche.
El cochero nos iba contando cosas con muchísima gracia, porque el malagueño que tiene gracia, la tiene por arrobas. Se llamaba “Alegría” y era alegre como él solo. Nos llevaba a los toros, a la Feria, quedábamos a algún sitio más o menos a determinada hora de la madrugadita y nos llevaba otra vez a nuestra casa.
Eso resultó una mijita caro pero mereció la pena, porque en la Feria de Sevilla no hay quién aparque el coche y te desesperas por encontrar un taxi. Te puedes pasar horas esperando la llegada de uno y que no llega ni a tiros y después de días metidos en juerga ya no sabes donde tienes los pies ni la cabeza. Se te ha perdido todo. Si te descuidas, hasta tu nombre, porque ya no sabes ni quién eres.
Es estupenda y la disfrutas como nada, pero… ¡Menos mal que sólo es una semana al año!
Lo último de ese año en la Feria fue que el cochero, Alegría, se perdió. No aparecía por ningún sitio, se le estuvo buscando por todos lados y nada. Nos quedamos el último día sin cochero y sin coche. Ricardo supuso lo que le habría pasado, aseguró que se habría cogido una borrachera de las malas y acertó de pleno cuando el tío apareció al día siguiente con la cara verde y la nariz colorada y mollatosa como un tomate y diciéndole
- Ojú, Don Ricardo… ¡Qué malito estoy! ¡Ojú, qué cosita mas mala! Ojú, ojú…¡Ay, Don Ricardo, esto me mata!
Ricardo le dijo que había que saber beber. ¡Alegría, hijo, si es que eres un animal!. Anda, vete a dormir la mona. Le pagó y Alegría, bastante menos alegre que el primer día, se fue, supongo que para dormir y dormir hasta que se le pasase la tremenda borrachera que cogió.
Esa fue la última Feria que vivimos en Sevilla toda la familia ya que nos trasladamos a vivir a Madrid ese final de año.
Madrid, fue otra cosa, pero nosotros no cambiamos mucho, solo el “decorado”. Al año siguiente, sintiendo nostalgia de nuestra tierra y de nuestra Feria, en mi casa organizamos una “Feria a mi estilo”. Pero esa es otra historia.
Adela Montoya Morón.
Muy bien ADELA
ResponderEliminar? Y QUE TAL LA SEMANA SANTA EN SEVILLA DEL AÑO 1956 A TU VUELTA DE VENEZUELA?
ResponderEliminarQué buenos recuerdos!... Yo debía tener 7 años, pero recuerdo El Poste y el cachondeito que describes perfectamente... Que orgullo de abuelos, José Luis y Nené...Siempre alegres... Siempre bromeando.. Cómo se echa de menos, Sevilla, la Feria, el Poste...y a mis abuelos. Gracias por este post tan divertido y entrañable Adela. Tu "sobrina" Mónica.
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